Asesoría digital "Cuenta conmigo en Instagram"

Dice mi madre que siempre he sido de naturaleza pertinaz, de ideas rotundas y decisiones inamovibles. Y esto me conduce a pensar, por la autovía rápida del entendimiento, que hay rasgos de la personalidad que a una le vienen de serie, de fábrica, de un manual no escrito que se cumple a rajatabla en la práctica.

Qué voy a decir yo de mi educación que no sepa mi entorno más cercano: exigencias, restricciones, toneladas de cariño en forma de besos y achuchones, pero caprichos los justos, porque “Sacar dieces es tu deber”, “No nos gusta la educación basada en premios” y “El dinero hasta que no lo ganes por ti misma, lo imaginas”.

No os vayáis a pensar que estas frases hechas han sido creadas con el objetivo de elaborar una retahíla de reproches tardíos hacia mis progenitores; para nada, son más bien una aproximación a esa teoría que me lleva a deducir que hay caracteres férreos, contundentes y tenaces como un diamante en bruto, forjados bajo el martillo de Hefesto por obra y gracia del santo espíritu de la genética. Que, oigan, yo de bruta no tengo nada (más allá de una de fuerza sobrenatural para abrir botes de mermelada y conservas) pero cabezota soy un rato.

Con esta publicación solo vengo a confirmar que, desde que se gestó en mi vientre la culebrilla inquieta de esta idea, no he pensado en otra cosa. Mi tiempo me ha llevado asumir el embarazo, hacerlo público y preparar el parto, sin asistente ni matrona. Pero ahora que ha llegado el momento de dar a luz semejante conglomerado de ilusiones, no puedo alegrarme más de haber dejado atrás la prudencia anticonceptiva, para dar salida a la que ha sido hasta la fecha la mayor de mis obstinaciones: un proyecto de vida donde la palabra es la protagonista indiscutible. El lenguaje me ha acompañado en las mejores y peores etapas de mi vida. Ahora soy yo quien quiere recompensarle esta profunda labor psicológica, enseñando al resto de emprendedoras todos sus beneficios.

Por fin puedo dejar caer por aquí que soy emprendedora a tiempo completo

Siempre he sido una chica de amaneceres , de desayunos que se alargan hasta la comida y de ese sol prematuro que asoma su cabecilla despeinada por la ventana, para recordarme que ha vuelto a poner el contador a cero; que mañana es hoy y hoy empieza ahora.

El aire contaminado por la apatía y los malos tragos, deja de lado el vino, para renovarse junto a mis emociones cada vez que ese inmenso atrezzo incandescence hace acto de presencia en el escenario de mi despertar, y otra vez me veo capaz de comerte el mundo a bocados, sin protector estomacal, aunque el día anterior su acidez me devorase las entrañas

Qué le voy a hacer si el café me pierde tanto que cuando lo tomo no hay madre que me encuentre donde me había dejado; si las tostadas que baño en su pozo tenebroso se me deshacen como algodón en el cielo del paladar, hasta convertir su espuma en las nubes del mismísimo paraíso . Quién soy yo para negarle al reloj la potestad para detener el tiempo por unas horas. Horas que duran un siglo cuando miro la televisión sin ver nada (porque aún me quedan legañas y sueño(s) para dar y regalar a todo aquel que se ofrezca voluntario).

Hoy, los pájaros que anidan en mi cabeza durante todo el año han echado a volar, acompañando con su canto a la banda sonora de golondrinas que habitan en cada recoveco de los lugares a los que llego como una forastera más. Como si quisieran darme la bienvenida, hacerme sentir con su piar un poco menos de ciudad y más de mundo . Como si me hubieran seguido todo este tiempo, agitando las alas desesperadamente, mientras esperan de mí una afirmación que convenza al universo entero de que las mañanas son el mejor invento del cielo.

Algunos días me asomo a la nostalgia de puntillas antes de desayunar, con los pies descalzos y el corazón en un puño al recordar aquellos tiempos en los que no era necesario ponerse los zapatos para sentir que pisabas tierra firme

En el balcón solitario de la rutina veo pasar mis recuerdos, uno a uno, con la dolorosa aceptación que produce la felicidad ya exprimida . Lucho por sacarle jugo a aquel pasado que todavía me huele a naranjas, pan y campo; y encuentro en él los años más dulces, los recuerdos más vívidos.

Aquella vez en que la abuela me besó la frente cuando el miedo me hacía tiritar más que la fiebre, esa caída en bici que años después se convirtió en anécdota, todos los atardeceres en los que él sujetó mi mano, aunque yo no se lo pidiera.

En un ejercicio de espiritualidad, me veo a mí misma desde el techo comiendo magdalenas sin dientes en un taburete frío, dejando que la curiosidad me raspe las rodillas con su insolencia, cediéndole mi bocadillo a escondidas a aquella perrita parda que en mi memoria fue persona. Y allí me pierdo, una vez más, en una peligrosa vorágine de pensamientos, mientras trato de hacer equilibrio en las arenas movedizas del presente.

En la receta del éxito en Instagram hay tres ingredientes deliciosos que no deberían faltar nunca: la pasión, la estrategia y la creatividad

Una comunicación sin estrategia es como un bizcocho sin levadura ; puede tener la textura perfecta y saber a gloria celestial, pero por mucho que nos esforcemos, no va a crecer.

Si por el contrario tenemos estrategia pero nos falta creatividad, es probable que nuestro bizcocho llegue al infinito y más allá, se salga de los moldes e incluso rebose, llenando el plato de migas harinosas. Unas migas que muy poca gente va a tener la tentación de llevarse a la boca con las yemas de los dedos, porque el aspecto no va a ser diferente al del resto de bizcochos que han probado hasta la fecha

¿Qué puedo decirte de la pasión? Es la fórmula secreta de la receta, la base de la tarta y las ganas de cocinarla. Sin pasión y entusiasmo, vamos a dejar el postre a medias, vamos a terminar mezclando el agua con el aceite en una huida hacia adelante, mientras nos cansamos de batir los huevos antes de que cojan aire y volcamos la leche en la mezcla equivocada . Y eso…amiga… ¡eso sí que no hay mano maestra que lo solucione!

Me encanta pasar tiempo a solas, muchas veces lo disfruto más que el tiempo en compañía.

Uno de los planes que más me gusta hacer en soledad es desayunar un croissant a la plancha en una cafetería bonita, un día cualquiera entre semana, y patear las calles de Madrid sin rumbo fijo. Me fascina la forma en que la vida avanza sobre los engranajes de la costumbre , llenando de movimiento la ciudad. Podría pasarme horas observando a la gente y te aseguro que no me cansaría.

Me gustan los negocios de toda la vida: la mercería de la esquina, que todavía confecciona lencería a medida, la tienda de frutos secos que sigue mezclanco encurtidos con patatas fritas al peso en un mismo estante o el mercado tradicional donde las lentejas se compran a granel. Uno de los negocios que más me gustan son las floristerías, pintan de color las miradas en los días más grises. Si tengo que elegir una flor, me decanto por la margarita : es sencilla, delicada y no llama demasiado la atención. Vamos, un poco como yo. O eso creo . Además, las margaritas son las flores de Meg Ryan en "Tienes un email" y esa peli es, sin duda, ¡una de mis favoritas!

¿Cuál es tu flor preferida y por qué? ¡Déjamelo en comentarios!

Piensas que llegará el día en el que entenderás todo. Hace un par de semanas leí esta frase en la cuenta de una chica a la que sigo y ¡vaya si me hizo reflexionar!

Como cuando dices un nombre en alto un par de veces y empieza a sonar raro en tu cabeza; los pensamientos si se repiten mucho, pierden todo su sentido. Y la vida, con ellos. Porque, ¿qué es la vida a parte de la percepción que cada uno de nosotros tiene sobre ella?

Cuántas veces he rechazado mi profundidad por miedo a ahogarme en un mar de dudas, a hacerme pequeñita entre tantas preguntas sin respuesta . Sumergirme en la existencia misma de mi persona me deja sin aliento, y es que mirar a las pupilas del mundo en un ejercicio de apnea, nunca es fácil, pero siempre es necesario.

Si algo he aprendido estos últimos años es que no hay que tener miedo a los folios en blanco, porque concentran en su interior todos los colores y ponen en tu mano la posibilidad de elegir cuál combina mejor con tu historia

Coge tu bolígrafo favorito y pinta sobre el papel, empleando los tachones que sean necesarios en el proceso; porque, ¿sabes qué? Casi nada es tan importante como parece, como nos hacemos creer.

Hemos venido aquí a tirarnos a la piscina, a dejarnos llevar por una corriente que a veces nos hace sentirnos con el agua al cuello. Pero es que por mucho que nos empeñemos en nadar en la dirección que marca, el océano de la vida es infinito, indómito y salvaje. Unas veces nos hunde en las profundidades y otras nos eleva a la cresta de la ola . Supongo que es en esa dualidad donde reside su belleza

Me he peleado con mi creatividad desde que tengo uso de razón. ¡Maldita vocecilla impertinente! Siempre hablando en voz alta cuando trato de concentrarme en cualquier tarea; dispuesta en todo momento a despertarme sin remordimientos en medio de la noche; a sacarme de la ducha tiritando para empaparme el móvil con ideas inconexas; a obligarme a emprender un viaje astral en medio de cada conversación importante.

En un arrebato de sinceridad os diré que llevo años enemistada con ella, es la culpable de mi despiste, de que el orden físico se me atragante aún más que el mental; la responsable de que viva ajena al mundo, con la cabeza en las nubes y los pensamientos en modo avión

Pero, ahora que enfrío las emociones para aclararme las idas en medio de un verano abrasador (que me lleva quemando por dentro toda la vida) os confesaré, con un lápiz en una mano y el corazón en la otra, que yo no sería nadie sin ese susurro a destiempo, sin esa fuente inagotable de ilusión que me sacia la sed de curiosidad a cada paso. Si no la tuviera a mi lado ¿de qué grifo bebería mi entusiasmo?

He aprendido que cambiar la orientación de un árbol una vez que ha echado raíces, no es tarea fácil . Pero, ¿sabéis que? Ya no pretendo que lo sea. Me voy a echar la siesta sobre su tronco mientras miro al horizonte, transformando la esperanza en una dulce espera que tarde o temprano dará frutos. Porque para eso la riego cada día con el agua bendita de la paciencia.

Decía Henry Ford que el fracaso es una oportunidad para empezar otra vez, con más inteligencia. Suscribo sus palabras. Fracasar significa tener el valor de intentarlo y la humildad suficiente para extraer una lección de cada equivocación.

¿Por qué tenemos miedo de aquello que nos acerca al éxito? ¿Acaso no estamos más cerca de alcanzarlo cuando nos exponemos al rechazo que cuando por temor a éste nos mantenemos alejados de la línea de meta?

Pretender aprender sin haberte equivocado antes es una utopía. Igual que para fortalecer el corazón es necesario haberte expuesto a los contratiempos de la vida, en los negocios y en la publicidad es imprescindible arriesgar, aunque solo sea por el hecho de tener información suficiente para elaborar una lista de errores a evitar en la próxima ocasión.

No encuentro una palabra más esperanzadora en el mundo empresarial que el riesgo. Arriesgar significa asumir la pérdida, pero también estar abierto a la ganancia; algo que supone, por muy difícil de creer que resulte, un gran reto para la mentalidad. En una sociedad sobrecargada de estímulos hay que hacerse oír por encima del ruido y para eso el único camino posible es tomar acción, hacer algo nuevo o hacer lo de siempre de otra forma: fallar, construir, reconstruir, meterse en la boca del lobo y esforzarse por encontrar el camino de vuelta.

Hay que saber distanciarse de lo que nos mantiene en la otra punta del triunfo, detectar las críticas destructivas e invalidar las opiniones de todos aquellos que hablan desde una posición de fingida comodidad, porque en su día asumieron el mayor riesgo de todos: no arriesgarse.

Os lanzo una pregunta que hace tiempo formuló Vicent Van Gogh: ¿Qué sería de la vida si no tuviéramos el valor de intentar algo nuevo?